El sol sale delante de mí, cegándome los ojos, abriéndome el alma.
La tierra está húmeda y a través de mis pies, sube toda la fuerza creadora del mundo.
La tierra es mi madre, mi hermana, mi amiga.
Mujer húmeda antes de engendrar, de dar a luz a sus hijos, a sus hijas, a los que desde el primer segundo de alumbramiento ya espera recoger en sus brazos.
El cielo se ahoga de azul, ni un hilo blanco rompe su armonía. Apenas los pájaros se atreven a bucear en ese lago, invertido, calmado, suave.
Ha estallado una estrella de verde brillante y ha sembrado el mundo de color, donde mires la tierra está escandalosamente viva.
El viento se divierte meciendo en suave oleaje, árboles y pastos, a su antojo, con toda la libertad que le da no tener que rendir cuentas a nadie.
Y yo estoy en medio de todo, en medio de nada, extranjera y nativa de este mundo tierra.
Sintiéndome visitante y sabiéndome parte de esta casa.
Parte de tierra en mi carne
Centro de madera en mis huesos
Resto de pasto en mis ojos
Ríos de cielo en mis venas
Huracán de viento en mi garganta
Y raíces nuevas mi pelo
Tierra, árbol, cielo…Sol.
Tierra, árbol, cielo…Sol.
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