DE COLORES, PASTELES Y DUNCAN DHU
Cuando yo era pequeña, en casa de mis padres, teníamos el Salón!!! esa habitación que era la
más elegante, la de las vitrinas llenas de copas, la de los sillones cómodos,
la que solo se usaba cuando venían visitas.
El Salón estaba al lado de la puerta de entrada, justo al otro lado de
la casa, lejos de la zona de vida, lejos
de la cocina, lejos del cuarto de estar, lejos del ruido y del calor, lejos…
después de un largo pasillo.
No sé en qué momento decidí apropiarme de ese lugar desierto y aunque
no se podía tocar nada,¡¡¡ era el Salón!!! yo me refugiaba en su silencio y lo
llenaba de ruido.
Primero fue con la guitarra. Era el mejor lugar para aprender sin
molestar… y en ese momento se convertía en un local de ensayo o de grabación, y
hasta mi hermana se animaba a pasar frío para hacer coros o tocar la pandereta.
Pero cuando realmente el Salón se transformaba en mi cueva era cuando montaba
el caballete, me ponía la bata y me sentaba en la banqueta…a pintar.
Era todo un ritual. Colocar el papel en la tabla, sujetar el modelo con
una pinza, abrir la caja de pasteles y….poner el disco de Duncan Dhu.
Sí, Duncan Dhu, pero no cualquier disco de Duncan Dhu, no, siempre,
pero siempre, era el disco “Autobiografía” un disco que al principio no me gustaba nada.
El truco era, que al no gustarme, no cantaba, la música estaba sin
estar, pero curiosamente las melodías me permitían meterme dentro del papel, no
pensar, solo sentir, solo pintar.
Pintar con pasteles supone convertir los dedos en la paleta, en cada
yema un color, difuminar y definir acariciando el papel, dejar tus huellas y tu
ADN en la pintura para que al final el cuadro se quede en tu piel, y tu piel
esté para siempre en el cuadro.
Es bailar con los colores, crear una danza lenta y seguir el ritmo del
corazón. Es tener la posibilidad de estar conmigo, solo conmigo, siendo y
sintiendo. No hay mentira, es “Ser”.
Hace unos meses cuando en el concierto de Duncan Dhu tocaron alguna
canción de ese disco, me transportaron a ese Salón, a ese momento, a esas
sensaciones…
Lo que tienen la música y el olfato y que no tiene la vista, a pesar de
que es el sentido que mas usamos, el que creemos que nos relaciona más con el
mundo, es que cuando nos llega un recuerdo a través de un olor o de una canción
suele ser como una explosión, como un viaje, como un retroceso o como un flash,
suele ser tan real….
Por eso la mezcla de pintura y música siempre me provoca algo parecido a un viaje al centro de
mí….creo que voy a tener que quitarle el polvo al Caballete y poner un disco.
Qué curioso Charo, la música que no me hace sentir no me vale en ciertos momentos...en los "creativos" (valga el adjetivo al nivel de cada uno, claro..no son los de Dalí, o García Márquez...son los míos y ya va bien) me debe entrar por cada poro y mezclarse dentro, retorciendo, descolocando...y sí no está a tono con lo que siento en ese momento no está "bien pinchada" jajaja!!!...
ResponderEliminarAh! mi tía también tenía el salón para las visitas...según llegábamos a su casa nos quitaba los zapatos y nos colocaba dos patines (dos bayetas de polvo amarillas, con raya roja) y cuidadito no perdieras uno y "arañaras" con tus calcetines una tablita de parquet!!...ves? así me dí al patinaje..jaja!!!
Gracias por traerme estos recuerdos Charo....un besazo,