Hoy no voy a contaros una única historia, voy a contaros
dos. Porque al fin y al cabo la vida no está escrita con el cincel de una sola
persona; sus entresijos, romances e infortunios son el resultado de los lazos
de todos aquellos que han pisado alguna vez este suelo.
Un suelo por el que también ha andado la protagonista de
nuestro primer relato. Su nombre es María, aunque bien podría haberse llamado
de cualquier otra forma. Eso poco importa. María tiene 8 años y es una niña
feliz. Sus padres tienen trabajo y la quieren mucho: nunca le falta un plato de
comida en la mesa.
Un día en el colegio, la profesora de María les manda un
apasionante trabajo: les dice que cuando vayan a casa, deben poner una semilla
en un pequeño tarro de cristal junto a unos algodones y un poquito de agua.
María está fascinada, inquieta e ilusionada. ¿Realmente crecerá un brote verde
de aquella cosita ovalada? Difícil de imaginar. Pero sí, su profesora les ha
prometido que en un plazo máximo de tres semanas, la semilla habrá dado lugar a
un pequeño tallo verde.
Pasan dos días, y la semilla, aunque algo más arrugada no
parece dar señales de quererse abrir. María la mira inquieta, aunque su madre
le dice que todavía es demasiado pronto para que germine. Por si acaso, ponen
el tarro de vidrio cerca de un radiador: para que el calor haga su efecto. Pero
no obtienen ningún resultado positivo. Al cabo de una semana, la semilla no ha
cambiado de aspecto. Ni tampoco después de dos, ni de tres, el tiempo límite
que les dijo la profesora.
María está triste. No entiende por qué su semilla no ha dado
fruto. Ella, que la ha cuidado con todo el cariño, que se ha esforzado tanto.
Se pregunta qué ha hecho mal… ¿por qué no ha crecido? Y cuando llega a clase,
su corazón todavía se llena de más tristeza y amargura. Todos sus compañeros
han traído tarros de cristal con una semilla abierta y con un tallo verde.
Todos, menos ella. La suya permanece igual: arrugada.
Y es ahora cuando María se da cuenta de que la vida no es
justa. Su esfuerzo, su sacrificio… ¿de qué ha servido? ‘De nada…’, se dice
mentalmente. ‘Absolutamente de nada’.
Hasta aquí la primera historia. ¿Queréis leer la segunda?
Esta vez el protagonista es un ingeniero recién licenciado.
Se llama Pablo. Aunque como he dicho antes, poco importa su nombre. Pablo acaba
de conseguir su primer empleo en una importante empresa multinacional porque
tienen entre manos un nuevo proyecto. Quieren sacar el agua del río que pasa
por la región para hacerla llegar a los pueblos de los alrededores. Pablo es consciente
del privilegio de haber sido contratado. Sobre todo, porque si están contentos
con su trabajo, le han prometido una renovación: incluso, una plaza fija en la
empresa.
Por eso, Pablo se esfuerza como nunca lo ha hecho en su
vida. Se pasa días enteros en la oficina, estableciendo estrategias para
conseguir el sistema de tuberías más adecuado que lleve el agua a los pueblos
de la región. Trabaja muy duro, casi ni duerme. Su superior parece notar este
entusiasmo y, además, le felicita por el buen trabajo que está haciendo.
Gracias a él, el proyecto se está implantando con éxito.
Y llega el día de la verdad. El sistema va a ponerse en
marcha y el agua avanzará por las tuberías alcanzando su destino. ¿Quién iba a
pensar que su destino estaría tan lejos ese día? Un oficial da la voz de
alarma: está pasando algo. Debido a un fallo, a un error de cálculo, la presión
que ejerce el agua en las tuberías no es suficiente y el agua no llega con
fuerza a los grifos de las casas. El proyecto ha sido un completo fracaso.
Pablo no puede creerlo. Está de pie, rodeado por sus
superiores y sabe que ha sido su culpa. Sabe que ha fallado y se ve víctima de
un fracaso que le recorre todo su cuerpo. Su esfuerzo hecho pedazos en tan sólo
un segundo: un grito de alarma que ha echado a perder su constancia, su
trabajo; y que ha resquebrajado su potencial, su seguridad y sus sueños.
La empresa ha perdido una cantidad desorbitante de dinero en
este proyecto y no quiere invertir más en buscar soluciones. Ya está. Todo ha
terminado.
Sin embargo, estas dos historias…. la de María y la de
Pablo, la tuya y la mía no estarían completas sin una tercera. Una historia que
tiene lugar 50 años después y que transcurre en un escenario invadido de gritos
de desesperación, alarma y horror. El individualismo, la falta de creencia en
las personas y el egoísmo han terminado en una crisis económica y política tal,
que ha traspasado los límites de la comprensión. Estamos en guerra.
El hambre se apodera de niños, hombres y mujeres. Las
tierras están calcinadas por las llamas de la incomprensión y la ira, ya nadie
cree en sus vecinos. El pueblo de al lado, ése al que iban los jóvenes durante
las fiestas… se ha vuelto ahora inhóspito y extraño. Es el enemigo.
La comida escasea. Y sin comida… la vida pende de un hilo…
¿Qué van a hacer? Los vecinos del pueblo saben que no hay otra solución: dos
personas serán escogidas para que vayan al pueblo enemigo a buscar comida.
Entre todos, deciden que lo más sensato es elegir por sorteo a dos personas ya
mayores, porque la gente joven es ahora imprescindible para plantar cara al
enemigo.
Las bolas salen de la caja. El destino ha hecho su elección:
un hombre y una mujer. Al día siguiente saldrán hacia la antigua carretera que
separa los dos pueblos. La suerte está echada. Juntos caminan por los campos
arrasados, sorprendidos de ver a su alrededor tanta desolación… pero siguen
avanzando, saben que tienen que conseguir comida del bando enemigo o si no… No
se atreven ni siquiera a pensarlo. Les duele demasiado. Avanzan ávidos. Justo
cuando alcanzan la carretera antigua… creen vislumbrar a lo lejos unos
centinelas del pueblo enemigo. Se esconden tras unos matorrales que les impiden
la visión. Aguantan allí durante horas… ¿o tal vez días? Han perdido la noción
del tiempo. Tienen miedo de salir y que les vean, pero saben que no queda mucho
tiempo… Su pueblo depende de ellos. Se miran con cierta angustia, pero asienten
sabiendo que es su deber. Y salen de su escondite.
Y allí mismo ante sus ojos se encuentran un hermoso espectáculo
de color verde: un campo repleto de plantas… Se acercan emocionados sin poder
creer lo que ven. ¿Son judías? Sí, lo son. Entonces, el hombre se queda
pensativo mirando al horizonte. ‘Yo ya he estado aquí’, dice en voz alta, y se
aleja hacia uno de los laterales de la vieja carretera. Con sus propias manos
escarba tanto como puede… y allí está: una vieja tubería resquebrjada, por la
que apenas discurren unas pocas gotas de agua, aunque suficientes para calmar
la sed de las matas de judías que hay a su alrededor.
Y el anciano le cuenta la historia de su primer empleo a esa
mujer que se ha convertido en su amiga y que permanece a su lado incrédula. Le
cuenta la historia de su fracaso. Y ella le responde: ‘Yo también estuve aquí
hace 50 años’.
‘Cuando salí del colegio, estaba tan apenada y enfadada por
esa semilla que no germinaba… que la tiré con toda mi rabia en este campo’,
recuerda. ‘Y hoy, tras 50 años, esa semilla ha dado lugar a un campo… y todo
gracias al agua de una tubería mal fabricada. ¿Te das cuenta? Dos proyectos que
fracasaron en un primer momento… van a dar de comer a un pueblo entero’.
Así es la vida. Unas veces antes, otras después. Pero
siempre, siempre, al final del camino… se encuentra la recompensa… fallamos y
nos equivocamos, como le ocurrió a Pablo; o puede que no veamos el fruto de
nuestro esfuerzo, como le paso a María, pero hay que seguir adelante y no
rendirse porque al final del camino… te darás cuenta de que todo sirve para
algo. Para que aquella semilla terminase en aquel campo… para que esa tubería
mal fabricada pudiera regarla.
Y es que, como hemos dicho al comienzo de este cuento, la
vida no está hecha de una sola historia sino de muchos y kilométrico hilos que
nos sostienen y unen nuestras vidas… esperemos que así sea durante el resto de
la eternidad.
Te conozco desde hace poco Patricia, pero parece que en
algún punto de esa maraña de hilos, el destino ha querido que nos encontremos…
¡Buen comienzo! Y gracias por hacerme escribir: no sabía lo mucho que lo echaba
de menos.
FIN
Este cuento es de Lara Bernal, periodista, soñadora, conta cuentos, experta en marketing, .... quizás futura premio Nobel? jaja
gracias por tu regalo, cada hora semanal... es un regalo
Sigue acostándote pronto la noche de Reyes .... por si acaso
ResponderEliminarsigue aprendiendo y enseñando,
escribe!!!
acuérdate de equivocarte un par de veces al día, rompe el retrovisor
Gracias por compartirlo conmigo , recuerda lo que te dijo la anciana, la de pelo corto, y la cara de tu biznieto
Espero sentarme delante de la tele y decir yo conocí a esa chica , atropellamos un botellín juntas....... ha cumplido su sueño......
besitos Lara nos vemos muy pronto