jueves, 4 de mayo de 2017

La culpa es de Mafalda


¿ Cuentos infantiles o pequeños libros de autoayuda?


No sé si sólo es algo que me pasa a mí pero cada vez que leo con Lucas un cuento infantil compruebo con horror que:

1)La trama no importa, puede ser cualquier memez porque está al servicio del supermensaje que se quiere transmitir.

2)Los niños que son muy listos  lo detectan a la primera.

3)Me cuesta encontrar cuentos que simplemente sean divertidos o de aventuras sin mensaje explícito.



Lucas y yo llevamos leídos unos seis libros que nos manda el cole y, salvo uno de rimas y otro de un escritor “de los de antes”  con lo que nos los pasamos pipa, el resto nos han provocado desde el ligero aburrimiento hasta el sopor infinito porque ya nos sabemos el final en la primera página.

Anoche empezamos emocionados uno nuevo. Tras finalizar la primera hoja me dijo:

-Mamá, ¿ya sabes lo que va a pasar no?

-Hum, ¿no? -dije haciéndome la despistada aunque realmente me lo temía.

EL libro iba de una niña a la que mandan en el cole buscar un tesoro. No está mal y las ilustraciones me encantan, pero claro, tenía que ser.

-¿Hacemos una cosa? -dice Lucas divertido- Escribimos en un papel lo que creemos que va a pasar y apostamos.

Dicho y hecho. Lo hicimos y tablas. ¡Cómo no!

Atención spoiler: El tesoro era ella misma. Nuestras peores sospechas confirmadas.

Que sí, que sí, que me diréis, eso es fantástico por lo de la autoestima, y el refuerzo y que se quieran y etc etc. Y estoy de acuerdo, que los libros pueden tener mensajes de refuerzo, y que no está de más y esto y lo otro. Pero, ¿todos? ¿siempre?

¿Dónde queda la sorpresa? ¿Y la trama? ¿La aventura? Porque me estoy planteando leerle directamente a Jorge Bucay que al menos no llama a engaño.
Y claro los escritores infantiles es lo que hacen porque es lo que quieren las editoriales. Es una espiral.
Cuando entro a una librería infantil encuentro cuentos  para superar el duelo,  los miedos, los pañales, para encontrar la motivación, la autoestima...¿Dónde quedan los cuentos para divertirse? ¿Los tienen escondidos?

Yo crecí con Julio Verne y El Pequeño Nicolás y, ¡menuda emoción! ¡menudas risas!. Sin adoctrinamiento, sin mensajitos. Y mejor no entremos en los denominados “cuentos para niñas” porque me enciendo. Los que no te autorizan a tirarte pedos, te mandan a cazar toda empoderada para reafirmar tu feminidad.

¿En serio? ¿No estaremos rizando el rizo? ¿No estaremos privando a nuestros hijos  del placer de leer un buen libro y tal vez sacar sus propias enseñanzas o tal vez no y tan solo divertirse o imaginar?

Yo lo hice, y crecí tal cual, asilvestrada, mujer, feliz, sin más referente que Obelix y el Capitán Trueno,  y creo que no he salido tan mal o quizás sí y la culpa sea de Mafalda.








domingo, 30 de octubre de 2016

Rata de biblioteca



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Esta vez sí, estaba seguro. Había encontrado el escondrijo perfecto. Jamás el enemigo se acercaría allí, de hecho Jaime dudaba de  que “el enemigo” supiera siquiera de su existencia.

Se acurrucó, encogió y retorció hasta que encontró la posición menos incómoda para la larga tarde que le esperaba. Tampoco se estaba tan mal. Algo caluroso. Recordó a aquel contorsionista del circo que había visitado la ciudad recientemente, ahora la entrada se le antojó barata. No se atrevía a moverse mucho, ningún ruido le delataría. Esta guerrilla duraba ya demasiado tiempo y no había ganado ninguno de los asaltos. ¿Qué era lo peor que le podía pasar? Un asedio sin duda. Si el enemigo le descubría podía tenerle horas enteras ahí dentro. Solo con ese pensamiento sus músculos se entumecieron un poco más así que decidió concentrarse en lo importante  y  distraer su mente. Si al menos tuviera un libro...

No habían  pasado ni dos horas, lo sabía  porque a las 9  puntualmente su estómago empezaba a rugir reclamando su dosis de alimento, cuando cayó sobre él un estruendo.

¡Te pillé rata de biblioteca! - río su hermano-. No está mal el escondrijo pequeñajo, esta vez sí te lo has currado. Y, con una sonrisa que no vaticinaba nada bueno, empezó a cerrar lentamente la tapa de la lavadora.

El niño miraba horrorizado y se revolvía en el tambor intentando salir, pero se había enganchado y con los nervios y la presión no lograba desasirse.

“Jaime respira, que no cunda el pánico, que en peores nos hemos visto. Además Arnold no sería capaz de centrifugarme”.

-¡Venga sal de una vez y sométete a mí! de lo contrario te espera un buen centrifugado, con lo que estás sudando no te irá mal.

El golpe llegó inesperado y lateral, abarcando en un solo movimiento limpio y certero  oreja y moflete, pero el receptor para variar, no fue Jaime sino Arnold.

Su madre bastante cabreada le miraba poniendo los ojos en blanco.

_Si por una vez Arnold pudieras simplemente hacer lo que te he dicho y meter la camiseta en la lavadora  y tú Jaime,  sal de ahí y dejad de hacer el tonto por favor.

Así que eso había sido, no es que Arnold hubiera descubierto su escondrijo, es que su madre le había mandado, es decir había sido la casualidad la que le había llevado allí. Este pensamiento animó un poco al niño. Sin embargo este episodio y los minutos de angustia dentro del tambor le pasaron factura con los años en forma de claustrofobia y largas charlas con psiquiatras que no sólo no arreglaron su trauma sino que le descubrieron algunos nuevos.

“Lo primero es lo primero” pensó el niño. Así que se encaminó a la nevera y apaciguó su rugiente estómago, luego se asomó al pasillo. No había moros en la costa. Estaba seguro de que el enemigo se tomaría la revancha y que las escaramuzas iban a estar a la orden del día. Tendría que ir con ojo, igual no estaba de más apuntarse a esas clases de judo que le había comentado su amigo Alex. Por fin alcanzó su refugio. Cerró la puerta de su cuarto y, por si las moscas, la aseguró con una silla, la mesa de escritorio, y un tren de juguete de cuando era pequeño que al menor movimiento pitaba.

Ahora sí, por fin, podía ponerse a leer y a escribir.

Sin embargo sus pensamientos estaban rebeldes y juguetones y le llevaron por otro camino. Últimamente había algo que le preocupaba. Aún no había decidido qué  quería ser de mayor. Se había agenciado un cuadernillo del despacho de su padre y en él apuntaba, previsor, profesiones en las que se veía en un futuro.  Lo abrió con cuidado y añadió orgulloso: Espía.  Contorsionista. Aunque por otro lado tuvo que tachar: buzo, astronauta, piloto de fórmula uno. No se veía otra vez en un sitio muy cerrado.

Estaba seguro de que con este método riguroso descubriría la que iba a ser su profesión soñada. Le daba envidia secreta su amigo Alex que ya tenía clara su vocación. Hasta Arnold la tenía. Aún recordaba el sopapo que dio su padre a su hermano cuando lo anunció en aquella comida. “Padres- empezó solemne- quiero ser culturista”. Se oyó un suspiro de alivio y es que su madre se esperaba lo peor. Las madres conocen como nadie la naturaleza de sus hijos, así que esperaba un nieto antes de tiempo o una desgracia peor. Es más, durante esa fracción de segundo, esa pausa dramática que hizo Arnold para dar énfasis a la noticia, su madre imaginó la bomba, el nieto anticipado, lloró su desgracia, se desahogó con sus amigas, se recompuso, empezó a regocijarse ante la llegada del bebé  y barajó hasta un nombre para el precioso niño: Alejandro Javier. Nada simple, “un nombre importante hace a un hombre importante” decía siempre. O ¿ tal vez Francisco como el Papa? Estaba la mujer deleitándose en el momento de contar a sus amigas que su nieto era el próximo Papa cuando oyó la palabra “culturista” y su mente aterrizó  bruscamente despidiéndose de sus sueños Papales. Es cierto que suspiró de alivio pero también de pena al ver desvanecerse al precioso Alejandro  con sus lazos y sus enormes ojos que eran la envidia de todas las vecinas. Todo esto sucedió en el tiempo que dura un suspiro.

El Sr. Abós, Notario de profesión, esperanzado exclamó: "Hijo, ¿no querrás decir culto? ¿Has sentido la llamada del estudio?"

Pero no, estaba claro que Arnold no había sentido esa llamada. “¡No papá, lo tengo claro culturista!”

Por la mirada del padre quedo patente que no confiaba que su hijo supiera el significado de la palabra.

_¿Ves Pilar? –dijo dirigiéndose a su mujer- Si le hubiéramos puesto Alberto nada de esto hubiera ocurrido. Ya sabía que pasaría algo así, no se pueden romper años de tradición familiar sin atraer la mala suerte.

_Pero querido, ¿no creerás en tontas supersticiones? ¡Precisamente tú!

_Al menos el pequeño parece aún salvable… suspiró el padre levantándose de la mesa.

Jaime  sintió en ese preciso instante con claridad meridiana que esto era el principio del fin de algo. Pero no atinaba a saber de qué. Y además notó un gran peso sobre sus hombros. La mirada de su padre cargada de esperanza equivalía a una mochila de veinte kilos. Le entraron ganas de meterse de nuevo en el tambor de la lavadora y no salir.

Su madre sacudió unas migas y se fue a la cocina aún apenada por lo efímero de su etapa de abuela pero esperanzada pensando en borlas, lazos y nombres Papales.

El niño se dirigió a su cuarto y al pasar por el cuarto de baño se fijó de refilón en el espejo por si la barba le había empezado a despuntar. Nada, igual que el día anterior. Ni sombra de hombría, ni de nada. Resignación. Seguía igual de imberbe que ayer y que antes de ayer. Imberbe y sin futuro. Porque su hermano iba a ser culturista, Alex profesor, y él seguía huérfano de profesión.

_No tienes que decidirlo ahora Jaime,- le decía su madre- no quieras crecer tan rápido.

Abrió el cuaderno de nuevo y escribió la profesión de su hermano. El cerco se iba estrechando, ya no le quedaban tantas, había leído sobre montones de oficios, tenía lleno el suelo de cientos de hipótesis que darían con la ecuación perfecta para él, pero,  aun así, seguía sin aparecer su VOCACIÓN. Cogió el libro a medio leer con intención de retomarlo, acarició cuidadosamente la tapa de piel con el grabado dorado mientras reñía mentalmente a sus pensamientos por llevarle de un lado y apartarle de su viaje . Pero la concentración se le seguía resistiendo. Hizo otro esfuerzo y se adentró veinte mil leguas en el fondo del mar y en el fondo de sí mismo, esta vez sí. ¡Qué suerte!- pensó. “Este Verne, que en vez de tener una profesión seria tan solo escribía libros. Seguro que no tenía que vivir pendiente de emboscadas ni miradas esperanzadas. Lo imaginó en una infancia feliz, dedicada a la lectura y escritura sin vaivenes. Picado por la curiosidad salió a hurtadillas y alcanzó el salón, sin rastro del enemigo, hasta llegar a La Larousse. Podía haberlo buscado cómodamente y con menos peligros en Internet, pero le gustaba ese ritual de buscar la inicial entre los viejos tomos, curiosear y tal vez descubrir que hubo otro Verne jardinero o asesino y por fin dar con el tesoro que escondían las páginas. Cuando, a veces, se cortando el dedo pasando las finas páginas de la enciclopedia sentía que se había ganado el derecho a obtener esa información, eso no te lo daba internet donde todo era fácil, rápido y frío. 

Con el tomo en la mano buscó con avidez la vida de Julio Verne. Y fue en ese momento, entre las hojas polvorientas de la enciclopedia, cuando tuvo la revelación. Mientras leía la vida de  Verne, no tan distinta a la suya, su destino se iba clarificando y el niño se iba envalentonado más. Devoraba las palabras. Como Verne se fugó en un barco a los once años por amor. Como el joven Julio tuvo que estudiar abogacía como su padre cuando él quería ser escritor. Y como su progenitor se enfadó con él  y le retiró la financiación, pero Verne no cejó en el intento y siguió escribiendo.

-Así que esto es la vocación- se dijo. Abrió la libreta, tachó con una cruz todas las hojas que quedaban en blanco y en la última con muy buena letra y el boli dorado que le había regalado la abuela por navidad escribió. ESCRITOR








domingo, 10 de julio de 2016

Un salto a la libertad







Juanma se ajustó bien el nudo de la corbata. Como siempre había elegido con esmero los colores. Todo estaba en su sitio y perfectamente combinado. Dio un último repaso en el espejo de la entrada. Corbata ok, reloj ok, pañuelo ok. Todo del mismo azul agua marina.
Satisfecho con la imagen que le devolvía el espejo, se retocó una patilla y, repitió mecánicamente el mantra positivo que le habían enseñado en aquel curso de automotivación  para comerciales, y,  por fin, salió a comerse el mundo.  Como cada día. Como cada día no, pensó, la reunión con el comité de ese día era importante. Por eso su atuendo también lo era. No había dejado nada al azar.
Cogió el metro  en la parada habitual y como siempre se sentó en el asiento del fondo a la izquierda, junto a la ventanilla. Siguió paso a paso todos sus rituales. Nada podía ser distinto ese día. Hizo el transbordo acostumbrado y se tranquilizó al ver en el vagón a la misma mujer de todos los días leyendo su novela . Todo iba bien. Se arrellanó en su asiento y sacó los papeles de la presentación. Nada podía fallar, el nuevo puesto de Director Comercial estaba destinado para él. Sintió cierta desazón en la boca del estómago. ¿Nervios? “Emoción descontrolada energía malgastada” solía decir. Respiró profundamente tres veces siguiendo las pautas  del curso de Mindfullnes, y, reconfortado, cruzó las piernas disponiéndose a sumergirse en su informe.
Sus ojos hicieron un rápido barrido aprobatorio a los lustrosos zapatos y el caro maletín de piel que se había permitido comprar cuando le nombraron director de oficina, más por impresionar a los clientes que por su verdadera funcionalidad. En el amor y en la guerra todo vale. Y esto era una guerra. Sin sangre aparente, pero una guerra. Una sucesión de batallas sin un enemigo claro.
De pronto los vio, como un letrero de neón en medio de una carretera camino a ninguna parte.  Ahí estaban, una hecatombe de gigantescas proporciones, un desastre mayúsculo.  ¿Cómo había podido ocurrir? En 20 años de labor comercial, ni un desliz, ni una mancha, siempre alerta, margen de error cero, y precisamente hoy, el día más importante en su carrera, con el Comité en pleno esperándole, sus calcetines, cada uno de un color, le observaban burlones.
Miró alrededor verificando si alguien más se había dado cuenta de tamaña discrepancia vestimental,  pero no, el resto de pasajeros estaba absorto con sus móviles o leyendo, ajenos a su desgracia. Comprobó horrorizado que no sólo eran distintos en color, es que ¡eran pareja!  Macho y Hembra.
La malévola colada había ejercido de Cupido mezclando y emparejando sus calcetines con los de su mujer. Y ahí estaba la feliz pareja. Él, sobrio, azul marino,  ella, coqueta con sus calados y sus brillos.
Juanma entró en pánico, este desastre no vaticinaba nada bueno. Intentó bajar el dobladillo del pantalón consiguiendo sólo descoser un lado. Ahora el calcetín se veía menos pero el roto se notaba más. Buscó algo para arreglarlo en su cartera de piel, solo encontró un dibujo de su hija Amelia unido a un corazón con un clip rosa. Tendría que servir, y como pudo arregló el doble. Se miró ansioso de nuevo, ahora se veía un rebullo con algo roto y algo rosa. Quizás si se subiera el doble más taparía el roto. Esta temporada la moda imponía el pantalón tobillero ¿Por qué no?
Secándose el sudor empezó la operación, sintió que le faltaba el aire y se aflojó el nudo de su corbata Armani de la suerte.  Percibió con disgusto la mancha de sudor que ya sombreaba su camisa. Sus axilas no parecían muy colaborativas y su frente tampoco le daba tregua.
Resignado, hizo su pantalón tobillero, inevitablemente de esta forma, se veían más los calcetines así que optó por la salida q considero más airosa. Quitarse los calcetines.
Oyó como un eco lejano la voz que anunciaba la siguiente parada del metro .Tan absorto estaba que se había saltado la suya hacía rato. Saltó del vagón justo cuando las puertas se cerraban con tan mala suerte que el tercer botón de su chaqueta quedó atrapado dejando su traje huérfano de un botón. Tampoco se notaba mucho. La mujer de la novela le sonrió desde la ventanilla. Contempló su reloj aguamarina, llegaba tarde. Subió la escalera mecánica del metro de tres en tres escalones y definitivamente se quitó la corbata. No podía respirar. Noto un dolor intenso en el pecho... ¿De verdad? ¿Un infarto? ¿No puede esperar? Comprobó aliviado que sólo era la insignia de la empresa que con tanto trajín se le había clavado en el pecho. La extrajo con la precisión de un cirujano pero igualmente brotaron unas gotas de sangre que enseguida se expandieron por la camisa. Las frotó pero sólo logró extender la mancha que pasó de charca a lago.
De esta guisa prosiguió su camino, y, finalmente, varias manzanas después, alcanzó las puertas de la empresa. Emilio, el portero de toda la vida, le miró preocupado.- ¿Se encuentra bien Señor Juan?. El Comité le está esperando, pero quizás sea mejor que vuelva a casa, puede simular que ha tenido un accidente. Yo le cubro- añadió con sonrisa cómplice.
-¿Un accidente? ¿Tan mal se veía?- Juanma le sonrió y rebuscó entre sus bolsillo el pase de empresa sin éxito. Se debía haber perdido en el camino. Daba igual, cogió carrerilla y saltó el torno de seguridad. Dio un saltó bastante airoso como en aquellos entrenamientos en sus tiempos de futbol sala, su pasión, y se sintió igual que entonces durante los segundos que duró el salto, cuando se comía el mundo y no al revés. El lateral del pantalón emitió un quejido cuando se rasgó más.
Ras.
Ya en el ascensor Juanma contempló los restos de su naufragio: jirones de azul agua marina mezclados con manchas de sudor y sangre. Todo un gladiador. Un poco más abajo el clip de su hija resaltaba triunfante y descendiendo todavía un poco más estaban la pareja de calcetines  mofándose de él, retadores.  Ya no le parecían tan ridículos, así, tan perfectamente imperfectos.
De pronto, Juanma, contagiado, estalló en la carcajada más alta, más sonora y más larga de toda su vida. Su risa inundó toda la empresa, se coló por las rendijas,  salpicó paredes y empapó a todo el Comité.
Con decisión, apretó el botón de bajada y salió a la calle. El nudo del estómago había desaparecido,  el mundo era suyo.  Se sentía libre.


para todos los Juanmas

viernes, 18 de marzo de 2016

Los profesionales han muerto, han nacido los: Walking Dead






Hace millones de años se extinguieron los últimos dinosaurios. Y aparecieron nuevas especies.

Hace unos cuantos años ¿? se extinguieron los profesionales. Y aparecieron los Walking Dead...Esa especie que parece que te hace un favor aceptando tu encargo. Esa especie que siempre va muy liada "con lo suyo". Que te dice ve adelantando esto y lo otro y yo ya la retoco al final. Esa especia a la que tienes que perseguir para que avancen, para que te informen, que desaparecen salvo para cobrarte por sus servicios. Sí esos que parecen no tener sangre sino horchata en las venas.  Los Walking dead.
¿Quiénes son los nuevos muertos vivientes?
Una vez que te montas algo por tu cuenta necesitas tirar de un montón de profesionales que te echen una mano. A veces una se apaña con un buen amigo y otras recurre a un "profesional".
Yo, he caído en las garras de varios Walking Dead, y eso que mi profesor de yoga dice que tengo buen karma. Debo estar acumulando puntos por algún lado.
Impregnada de varios cursos de emprendedores, mi cabeza se llenó de pajaritos: ideas colaborativas, profesionales que iluminarán tus lagunas, nadie puede hacer todo el sólo. Con estos pensamientos flowerpowernianos los incautos nos echamos al mundo con alegría y viene aquí cuando nos topamos con esta especie que está creciendo vertiginosamente: los Walking dead.
Los orígenes antropólogicos de los Walking dead se remontan a los antiguos gremios. 
¿Quién no recuerda el entrañable? " Señora, falta justo la  pieza  que no he traído", y el temido "volveré...". Una simple palabra que encerraba un enigma más grande que la tumba de Nefertiti ¿CUÁNDO?...  Y, así, generaciones y generaciones de amas de casa se quedaron esperando a su profesional con sus empantanadas cocinas y baños  y con unos niveles de cortisol en sangre muy elevados. Pues ninguna tenía los arrestos de formular la gran pregunta..... ¿CUÁNDO VOLVERÁ?.


Y ¿qué es un profesional? Entendemos que es una persona especializada en algo, y a la que acompañan determinados valores, COMPROMISO, FORMALIDAD, RESPONSABILIDAD, INICIATIVA, que sea resolutivo...solucione problemas, y no los cree etc.etc.
Con esta idea loca en mi cabeza, me lancé feliz al mundo y de diferentes sectores, todos ellos muy creativos (maquetadores, diseñadores, ilustradores....) he obtenido, SIENDO YO LA CLIENTE, ¡no olvidar este dato!:  adaptarme a sus horarios porque ellos van muy liados, ir mirándome yo las cosas por adelantar ( traduzco:háztelo tu sola y si eso yo te cobro que para eso sí soy muy profesional), no saber de tu encargo en un largo período de tiempo... etc.

Sí, me refiero a cuando encargas un trabajo remunerado, y a los quince días sin noticias de la parte contratante le das un tímido toque:

- Ejem ¿cómo va lo mío?", -con calma no piense que eres un esclavista impaciente 
- Ahora me pondré que he tenido a la abuela mala.

¿¿?? Respira Patricia, eres buena ( ¿tonta?) pobre chica

 -No claro, la abuela lo primero, pues si eso cuando puedas..... y siento haberte molestado. 

A la semana sigues sin saber y vuelves a escribir con un simpático:

- ¿y qué tal la abuela? -seguido de emoticones sonrientes . 

- La abuela feliz, ha retomado su partida de canasta y su tai chi pero ahora he tenido un curso y ni he abierto el ordenador esta semana. Voy liada.
-Ah pues nada, si eso, cuanto te vaya bien y te encuentres en flow te pones con aquella cosita que te encargué y por la que te pago pero sin prisa ¿eh? 

Esto último SÓLO LO PIENSAS.., ¡eres una COBARDE Patricia!

Respiración abdominal, como haces en tus clases de yoga, nunca falla. Inspira, expira. ¡Mentira!, tus niveles de estrés están por los aires,  tu ira desbordada y sientes que quieres matar a alguien. Tal cual. Empezando por tí, por tonta.

Tiras de tu histórico e intentas visualizarte diciendo a alguno de tus jefes,
 "tengo a la abuela fastidiada voy a trabajar menos". Soy del baby boom, así que la respuesta tipo hubiera sido:" tranquila, tú ocupate de tu abuela que yo tengo mil que mañana mismo cubrirán tu puesto"."Lo siento abuela, no puedo atenderte".
¿Qué ha cambiado?¿No estamos en crisis?¿Se puede alguien permitir ser serio con un cliente? sobre todo una vez aceptado el encargo... que no les has obligado. Y todo esto te lo dicen con la mayor naturalidad, sin vergüenza como si no tuvieran sangre en las venas. Tipo Walking dead.
Mi último walking dead ha superado a los anteriores y eso que el listón estaba ya alto y que mi intuición me decía que no era ÉL.
Le escribo para un proyecto. Presupuesto unos 700 euros.  Quedamos en hablar. Le pregunto cuando viene a la ciudad y ni me contesta. Hum, lo sé, no es una  buena premonición. Me desplazo yo y  le mando un guasap para confirmar una cita a 12 del día siguiente. Contestación:" ok, pero recuérdamelo por la mañana". ¿En serio? ¿no te vas a acordar en 12 horas? ¿¿He venido aquí un sábado y tú no te vas a acordar?? ¿qué agenda tienes un sábado por la mañana? ¿eres el Rey?
Ay, añoro aquellos tiempos en los que el cliente era el cliente y uno iba detras de él y no al revés. El podía plantarte, retrasarse, ignorarte, no tú.
¿Os preguntáis si le escribí? No, una tiene su dignidad. No estoy tan desesperada. Además, tenía  curiosidad sobre  si el individuo se dignaría a apuntárselo en su agenda y acordarse, tengo por lema no trabajar con nadie que no se implique cien por cien. He tenido que rebajarlo últimamente con los walking dead a 50%. El sujeto no llamó, le sobra trabajo supongo y le falta educación o memoria, no lo sé.
Así que compruebo tristemente que el halo gremio se ha ido impregnando en el resto de profesionales liberales . Al menos los gremios tenían su gracia. Te dejaban plantada con tanto aplomo y soltura que no podías sino reconocerles su descaro. Estos no, no lo hacen ni con gracia, lo dicho, unos Walking dead

viernes, 26 de febrero de 2016

¿Está obsoleto el honor?

Ya sabéis que soy madre de mellizos, osea cuido de dos blogs, y no es que tenga este descuidado, bueno un poco sí, pero es que el otro me ha salido un poco díscolo y ahora necesita más cuidados. No puedo evitar poneros un enlace del otro que ha dado bastante que reflexionar sobre el tema del "honor". Ahora que tenemos el Alcalde de Zalamea en el teatro es un tema que me rugía por dentro y quería explorar e invitaros a vosotros a pensar un poco también. Espero que os guste




http://www.coachingpgayan.es/4159-2/

domingo, 24 de enero de 2016

Un poco de historia: ¿Me comprarás?/ No





El número infinito equivale al número de "¿Me comprarás?" que un niño puede decir a lo largo de un año. Visión del sujeto madre.
El número infinito equivale al número de "Noes" que unos padres pueden decir en un año. Visión del sujeto hijo.
Se han descubierto padres que alcanzan la velocidad de la luz en su respuesta.
Los antropólogos datan esta lucha ancestral entre "Me comprarás y No" en los primeros homínidos, habiendo evolucionado la técnica por parte de ambos sujetos, padres e hijos, añadiendo técnicas (velocidad de respuesta y lenguaje no verbal... miradas, morritos..) cada vez más complejas.

jueves, 14 de enero de 2016

¡No es que os haya olvidado!¡no!. Es que en este tiempo de ausencia he dado a luz. No no, no de ese tipo.
Me explico, ha sido más bien como en La semilla del diablo. Porque tras unos meses de estrujarme el cerebro, intentar acercarme a la era digital, luchar contra ella y reconciliarme , por fin he alumbrado... MI WEB.
En el transcurso de todo este roneo me percaté de tres cosas:
El diablo existe
Hizo el infierno
Hizo wordpress ( o en su defecto estoy mayor para las tecnologías, prefiero la versión del Diablo)

Dicho esto, en el momento más duro del parto apareció el anestesista ,una ayudita por aquí un tranquilizante por allá, un esto son los pluggins y.....¡Voilá!

Por fin tengo al bebé en brazos, ohhh , tiene todas sus pestañitas, sus categorías, sus formularios y parece que todo está bien.

¿Todo? Nooo seguro que hay algún detalle que se me escapa pero al menos lo más duro ha pasado.

Aquí os dejo el sitio, allí escribiré pero de Coaching, Educación  y temas relacionados. Intentaré mantener los dos blogs. No sé cómo llevaré ser madre de gemelos pero estoy en ello.
Espero que vengáis a ver a mis niños, están para comérselos....

www.coachingpgayan.es