jueves, 10 de abril de 2014

Esta vez un cuento para mi : El cuento de Lara

Hoy no voy a contaros una única historia, voy a contaros dos. Porque al fin y al cabo la vida no está escrita con el cincel de una sola persona; sus entresijos, romances e infortunios son el resultado de los lazos de todos aquellos que han pisado alguna vez este suelo. 
Un suelo por el que también ha andado la protagonista de nuestro primer relato. Su nombre es María, aunque bien podría haberse llamado de cualquier otra forma. Eso poco importa. María tiene 8 años y es una niña feliz. Sus padres tienen trabajo y la quieren mucho: nunca le falta un plato de comida en la mesa.
Un día en el colegio, la profesora de María les manda un apasionante trabajo: les dice que cuando vayan a casa, deben poner una semilla en un pequeño tarro de cristal junto a unos algodones y un poquito de agua. María está fascinada, inquieta e ilusionada. ¿Realmente crecerá un brote verde de aquella cosita ovalada? Difícil de imaginar. Pero sí, su profesora les ha prometido que en un plazo máximo de tres semanas, la semilla habrá dado lugar a un pequeño tallo verde.
Pasan dos días, y la semilla, aunque algo más arrugada no parece dar señales de quererse abrir. María la mira inquieta, aunque su madre le dice que todavía es demasiado pronto para que germine. Por si acaso, ponen el tarro de vidrio cerca de un radiador: para que el calor haga su efecto. Pero no obtienen ningún resultado positivo. Al cabo de una semana, la semilla no ha cambiado de aspecto. Ni tampoco después de dos, ni de tres, el tiempo límite que les dijo la profesora.
María está triste. No entiende por qué su semilla no ha dado fruto. Ella, que la ha cuidado con todo el cariño, que se ha esforzado tanto. Se pregunta qué ha hecho mal… ¿por qué no ha crecido? Y cuando llega a clase, su corazón todavía se llena de más tristeza y amargura. Todos sus compañeros han traído tarros de cristal con una semilla abierta y con un tallo verde. Todos, menos ella. La suya permanece igual: arrugada.
Y es ahora cuando María se da cuenta de que la vida no es justa. Su esfuerzo, su sacrificio… ¿de qué ha servido? ‘De nada…’, se dice mentalmente. ‘Absolutamente de nada’.
Hasta aquí la primera historia. ¿Queréis leer la segunda?
Esta vez el protagonista es un ingeniero recién licenciado. Se llama Pablo. Aunque como he dicho antes, poco importa su nombre. Pablo acaba de conseguir su primer empleo en una importante empresa multinacional porque tienen entre manos un nuevo proyecto. Quieren sacar el agua del río que pasa por la región para hacerla llegar a los pueblos de los alrededores. Pablo es consciente del privilegio de haber sido contratado. Sobre todo, porque si están contentos con su trabajo, le han prometido una renovación: incluso, una plaza fija en la empresa.
Por eso, Pablo se esfuerza como nunca lo ha hecho en su vida. Se pasa días enteros en la oficina, estableciendo estrategias para conseguir el sistema de tuberías más adecuado que lleve el agua a los pueblos de la región. Trabaja muy duro, casi ni duerme. Su superior parece notar este entusiasmo y, además, le felicita por el buen trabajo que está haciendo. Gracias a él, el proyecto se está implantando con éxito.
Y llega el día de la verdad. El sistema va a ponerse en marcha y el agua avanzará por las tuberías alcanzando su destino. ¿Quién iba a pensar que su destino estaría tan lejos ese día? Un oficial da la voz de alarma: está pasando algo. Debido a un fallo, a un error de cálculo, la presión que ejerce el agua en las tuberías no es suficiente y el agua no llega con fuerza a los grifos de las casas. El proyecto ha sido un completo fracaso.
Pablo no puede creerlo. Está de pie, rodeado por sus superiores y sabe que ha sido su culpa. Sabe que ha fallado y se ve víctima de un fracaso que le recorre todo su cuerpo. Su esfuerzo hecho pedazos en tan sólo un segundo: un grito de alarma que ha echado a perder su constancia, su trabajo; y que ha resquebrajado su potencial, su seguridad y sus sueños.
La empresa ha perdido una cantidad desorbitante de dinero en este proyecto y no quiere invertir más en buscar soluciones. Ya está. Todo ha terminado.
Sin embargo, estas dos historias…. la de María y la de Pablo, la tuya y la mía no estarían completas sin una tercera. Una historia que tiene lugar 50 años después y que transcurre en un escenario invadido de gritos de desesperación, alarma y horror. El individualismo, la falta de creencia en las personas y el egoísmo han terminado en una crisis económica y política tal, que ha traspasado los límites de la comprensión. Estamos en guerra.
El hambre se apodera de niños, hombres y mujeres. Las tierras están calcinadas por las llamas de la incomprensión y la ira, ya nadie cree en sus vecinos. El pueblo de al lado, ése al que iban los jóvenes durante las fiestas… se ha vuelto ahora inhóspito y extraño. Es el enemigo.
La comida escasea. Y sin comida… la vida pende de un hilo… ¿Qué van a hacer? Los vecinos del pueblo saben que no hay otra solución: dos personas serán escogidas para que vayan al pueblo enemigo a buscar comida. Entre todos, deciden que lo más sensato es elegir por sorteo a dos personas ya mayores, porque la gente joven es ahora imprescindible para plantar cara al enemigo.
Las bolas salen de la caja. El destino ha hecho su elección: un hombre y una mujer. Al día siguiente saldrán hacia la antigua carretera que separa los dos pueblos. La suerte está echada. Juntos caminan por los campos arrasados, sorprendidos de ver a su alrededor tanta desolación… pero siguen avanzando, saben que tienen que conseguir comida del bando enemigo o si no… No se atreven ni siquiera a pensarlo. Les duele demasiado. Avanzan ávidos. Justo cuando alcanzan la carretera antigua… creen vislumbrar a lo lejos unos centinelas del pueblo enemigo. Se esconden tras unos matorrales que les impiden la visión. Aguantan allí durante horas… ¿o tal vez días? Han perdido la noción del tiempo. Tienen miedo de salir y que les vean, pero saben que no queda mucho tiempo… Su pueblo depende de ellos. Se miran con cierta angustia, pero asienten sabiendo que es su deber. Y salen de su escondite.
Y allí mismo ante sus ojos se encuentran un hermoso espectáculo de color verde: un campo repleto de plantas… Se acercan emocionados sin poder creer lo que ven. ¿Son judías? Sí, lo son. Entonces, el hombre se queda pensativo mirando al horizonte. ‘Yo ya he estado aquí’, dice en voz alta, y se aleja hacia uno de los laterales de la vieja carretera. Con sus propias manos escarba tanto como puede… y allí está: una vieja tubería resquebrjada, por la que apenas discurren unas pocas gotas de agua, aunque suficientes para calmar la sed de las matas de judías que hay a su alrededor.
Y el anciano le cuenta la historia de su primer empleo a esa mujer que se ha convertido en su amiga y que permanece a su lado incrédula. Le cuenta la historia de su fracaso. Y ella le responde: ‘Yo también estuve aquí hace 50 años’.
‘Cuando salí del colegio, estaba tan apenada y enfadada por esa semilla que no germinaba… que la tiré con toda mi rabia en este campo’, recuerda. ‘Y hoy, tras 50 años, esa semilla ha dado lugar a un campo… y todo gracias al agua de una tubería mal fabricada. ¿Te das cuenta? Dos proyectos que fracasaron en un primer momento… van a dar de comer a un pueblo entero’.
Así es la vida. Unas veces antes, otras después. Pero siempre, siempre, al final del camino… se encuentra la recompensa… fallamos y nos equivocamos, como le ocurrió a Pablo; o puede que no veamos el fruto de nuestro esfuerzo, como le paso a María, pero hay que seguir adelante y no rendirse porque al final del camino… te darás cuenta de que todo sirve para algo. Para que aquella semilla terminase en aquel campo… para que esa tubería mal fabricada pudiera regarla.
Y es que, como hemos dicho al comienzo de este cuento, la vida no está hecha de una sola historia sino de muchos y kilométrico hilos que nos sostienen y unen nuestras vidas… esperemos que así sea durante el resto de la eternidad.
Te conozco desde hace poco Patricia, pero parece que en algún punto de esa maraña de hilos, el destino ha querido que nos encontremos… ¡Buen comienzo! Y gracias por hacerme escribir: no sabía lo mucho que lo echaba de menos.


FIN


Este cuento es de Lara Bernal, periodista, soñadora, conta cuentos, experta en marketing, .... quizás futura premio Nobel? jaja

gracias por tu regalo, cada hora semanal... es un regalo

1 comentario:

  1. Sigue acostándote pronto la noche de Reyes .... por si acaso
    sigue aprendiendo y enseñando,
    escribe!!!
    acuérdate de equivocarte un par de veces al día, rompe el retrovisor
    Gracias por compartirlo conmigo , recuerda lo que te dijo la anciana, la de pelo corto, y la cara de tu biznieto
    Espero sentarme delante de la tele y decir yo conocí a esa chica , atropellamos un botellín juntas....... ha cumplido su sueño......

    besitos Lara nos vemos muy pronto

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